Las viviendas están expuestas de manera continua a las inclemencias meteorológicas, cambios de temperatura, ruidos, aire, partículas en suspensión, etc. Es nuestra responsabilidad evitar que todos estos efectos se perciban en el interior del hogar. En esto consiste el aislamiento, en que mientras nosotros lo deseamos, absolutamente todo lo que hay fuera, permanezca fuera.
El aislamiento térmico de una vivienda es la capacidad de nuestro hogar de retener el calor que producimos gracias a la calefacción en invierno y el frío que producimos gracias al aire acondicionado en verano.
Un buen aislamiento térmico puede evitar desperdiciar en un edificio hasta un 30% de energía, que se traduce en una reducción de la factura eléctrica y en las emisiones de CO2, perjudiciales para el medio ambiente.